viernes, 29 de junio de 2012

ALIVIO DE LUTO - Volver a empezar.

 ALIVIO DE LUTO (2005)
Pájaros de Portugal (Sabina–Varona–De Diego) 3: 09 – Pie de guerra (Cohen) (Traducción adaptada: Sabina) 4: 39 – ¡Ay! Rocío ( Sabina–Varona–De Diego–Romero) 3: 51 – Contrabando (Sabina–Varona–De Diego) 3: 49 – Paisanaje (Sabina–Ortega) – Resumiendo (Sabina–Varona–De Diego) 4: 34 – Mater España (De Gregori) (Traducción adaptada: Sabina) 3: 59 – Con lo que eso duele (Sabina–Asúa) 4: 16 – Dos horas después (Sabina– Bonald–Varona–De Diego) 3: 36 – Me pido primer (Sabina–Varona–De Diego) 3: 23 – Nube negra (Sabina– Montero–Varona–De Diego) 4: 07 – Números rojos – (Sabina– Prado–Varona–De Diego) 4: 09 – Seis tequilas (Sabina–Varona–De Diego) 3: 43.

Producido y arreglado por Pancho Varona, Antonio Gª de Diego, José A. Romero y Tino Di Geraldo.
Músicos: Antonio Gª de Diego, Pancho Varona, Tino Di Geraldo, Joaquín Sabina, Javi Carretero, Pedro Barceló, Paco Bastante, José Romero, John Parsons, Diego Magallanes, Juani de la Isla, Jaime Asúa, Diego Galaz.
Coros: Olga Román, Paco Ortega, Jaime Asúa, Pancho Varona, Tempest, Rodrigo-Fra, Las supremas de Móstoles.

La aparición de Alivio De Luto no fue una más en la serie discográfica de Sabina. En algún momento, en Argentina, debido a la distancia y a la distorsión informativa, se temió que no hubiera más discos de Sabina: que una enfermedad grave, que la imposibilidad de volver a cantar, etc. Los cuervos sobrevolaban. Por eso es que, cuando finalmente salió y Sabina se presentó, después de algunos años de ausencia, en la calle Corrientes, se registró una demanda de localidades imprevista cinco años atrás. También ocurrió que en ese lapso, toda una nueva generación de jóvenes frecuentadores de pubs y bares pequeños había "descubierto" a Joaquín a través de sus innumerables imitadores, sólo superados en número, en Argentina, por los de los Beatles.

En realidad Sabina no estaba grave pero sí deprimido y la depresión le generó una ausencia de tres años en un "ruedo" que tenía controlado, publicando un disco excelente tras otro desde las lejanas épocas de Física Y Química. En cierto sentido Alivio De Luto marca la interrupción de ese envión envidiable e inigualable y el inicio de una nueva etapa. Como si una premisa básica del álbum hubiera sido "lo importante es seguir avanzando, sacar otro disco salga como salga". Por primera vez en años Sabina opera desde el retroceso y si las obras anteriores lo mostraban con unos reflejos inmejorables de cara a las respuestas que todo poeta ofrece y de cara al mercado, aquí se nota una falta de estado "físico" para generar un producto excelente y popular a la vez.

En relación con esta idea, el propio Joaquín hace una interesante distinción entre poesía y canción; para su entender la segunda debe contener un porcentaje mínimo vital de cursilería que a la primera le está vedado (aclaremos que hablamos de una cursilería sabiniana, que es comparable a la serratiana y no tiene nada que ver con la de los Iglesias padre o hijo, por poner ejemplos). A su juicio, este disco sufre una carencia de cursilería y un exceso de poesía y tristeza. Acaso por eso mismo las canciones (impecables todas ellas, por lo demás) no terminan de interactuar entre sí para generar una obra con vida propia. Parece más una recopilación de temas inéditos.

Que Pájaros de Portugal, haya sido el corte de difusión tal vez haya sido una decisión inevitable ya que es uno de los pocos temas que mantienen el viejo espíritu. Joaquín canta como con impaciencia, como develando cierta urgencia de volver al ruedo. Tiene un tratamiento rústico y espartano, producto de una formación musical casi intimista: Antonio toca guitarra y teclados, Javier Carretero programó la percusión y Joaquín y Olga Román se encargan de las voces. El tema se basa en una historia real ocurrida años atrás, cuya anécdota está presente en los dos versos iniciales: "No conocían el mar/Y se les antojó más triste que en la tele". La gesta de los héroes (renombrados como las figuras románticas de Abelardo y Eloísa): su escapada y su triste retorno de manos de la policía, reviste cierto comentario social, en el sentido de alumbrar las imposibilidades de la pobreza ("Alumbraron el amanecer muertos de frío"), aunque los magníficos versos finales ("¡Qué pequeña es la luz de los faros!/De quien sueña con la libertad") la reorientan hacia un sitio más ideal.

Pie de guerra tiene un comienzo parecido, tenso y serio, en base a las guitarras. Es la primera de las varias versiones "libérrimas" en las cuales Sabina recrea un texto precedente, generalmente escrito en otro idioma, una suerte de traducción libre. En este caso el texto (un alegato contra la guerra) parte de un tema brevísimo de Leonard Cohen, casi un juego de opuestos, que Sabina profundiza en boca de un sujeto más reconocible por el procedimiento (la enumeración) que por la actitud filantrópica: "Mientras la Tierra gire y nade un pez/Hay vida todavía". El final es con otra sentencia tan célebre como el tema anterior: "Puestos a desangrarnos tú contra yo/¿Por qué no hacemos las paces?".
Por momentos parece más un texto de los últimos discos de Serrat.
Tiene el tratamiento musical característico de Varona - De Diego, de crecimiento climático progresivo, aquí de la mano de las armonías de las Supremas de Mostoles.

El Sabina poeta siempre ha tomado como referencia las coordenadas etarias del Sabina humano. En Ay Rocío! el sujeto donjuanesco está convertido en todo un padre: "No me cuentes tu vida/Que no es comercial/Me decías en e-mail parricida/Ya no tienes edad, añadías/Basta de despedidas/Y en lugar de llorar/Como a mano tenía un pentagrama/Empecé esta canción/Si la acabo me meto en la cama". Basta comparar este final con el de Y nos dieron las diez ("Y empecé esta canción/En el cuarto donde aquella vez te quitaba la ropa") para demostrar que el sujeto sabiniano, lejos de ser una extrapolación artificiosa y cristalizada, evoluciona, aún a riesgo de convertirse en una parodia de sí mismo. ("Estoy tan mayor, que las últimas canciones de amor que he escrito fueron para mis hijas"). Y como la mano viene en plan desmitificador, agrega: "O me vengo cantando/O contando mentiras ripiosas". En el mismo molde de A mis cuarenta y diez, con una melodía casi hablada, apenas menos genial, repite el tratamiento espartano de Pájaros de Portugal. Joaquín canta secundado por la segunda de Olga Román sobre un base de acústicas y bajo. La armónica le da un toque más intimista aún.

Contrabando es un tema compuesto por Joaquín y Pancho Varona años atrás. Originalmente se llamaba Corazón de contrabando (figura en Con Buena Letra) y la letra tenía ligerísimas variantes. La grabación tampoco es nueva, ya que proviene de sesiones del año 1995. El texto (bastante oscuro, como casi todos los demás), deja entrever un nuevo homenaje a la prostitución y una mirada más reflexiva sobre el vivir a mil, que tan abiertamente pregonaba Sabina en sus primeros discos: "Quiero y no puedo/Pisar el acelerador/Mirando en el retrovisor/Los semáforos del miedo". Una vez más, el recurso de modificar partes de textos cotidianos "Inmaculada decepción". Los arreglos le deben bastante a Tino Di Geraldo, que se encarga del bajo, la percusión y la guitarra eléctrica y se une en los coros a Antonio y Pancho, formando un muro armónico pocas veces visto en un tema de Joaquín, que estalla en los estribillos como bocanadas de aire fresco.

Dijo Joaquín con respecto a Paisanaje "éstas son las canciones que hago para ahorrarme el diván del psiquiatra. Como si me mirara al espejo para insultarme". Y la lógica semántica debe cerrar desde una óptica tan personal como esa. El tema es un pretendido homenaje a la telebasura, aunque en estas pampas la falta de referencias culturales comunes no permite advertirlo. Lo que sí salta a la vista es el homenaje al ámbito flamenco ("Volaban los camarones por bulerías"). La música es de Paco Ortega (que también está en voces) y en la guitarra aparece Juani de la Isla. "Mis paisanos cortan trajes a mi medida" dice, en obvia alusión a la co-autoría, donde relega el aspecto musical. Una extensión del clima relajado inaugurado en el tema anterior y que establece un puente con el siguiente, Resumiendo, un rock and pop armónico que reflexiona sobre el oficio de compositor en general y sobre su propia práctica ("los tinteros borrachos de tinta que ordeño a diario"). Si alguna vez a Sabina lo acusaron de "ripioso", no hay duda de que es el maestro en dicho arte: "Resumiendo, que tengo un cajón de la firma Pandora/Treinta y siete chansons, c’est a dire, una y media por hora". Ese "una y media por hora", agregado como para completar el verso, reorienta todo su significado en el sentido del compositor por encargo. En realidad se trata de un homenaje a los viejos (y actuales) compañeros de ruta: Javier Krahe, Pancho Varona, Tola (el mismo que aparece nombrado en Telespañolito) y José María Cámera. Una especie de reunión imaginaria en el mítico bar La Mandrágora: "Una noche te vimos con Tola bajar la escalera/Yo rompía una copa y Javier destrozaba La Hoguera". Podría ubicarse en la misma serie de Nacidos para perder, en tanto tema que recuerda momentos fundacionales: "Sobre nuestras cabezas silbaban calumnias, payolas/Mano a mano las fuimos driblando a puertita gayola/Hace siglos que quiero enviarte palomas de humo/Antes de que carcoma el invierno la culpa que asumo/Ten a bien recibir de mi parte un abrazo de amigo/Cuando estalle la guerra estaré en la trinchera contigo".

Mater España nos regresa la veta seria del disco. Una vez más reversiona de manera muy libre un texto previo (en este caso de Francesco De Gregori). En realidad el tema surge casi como una apuesta de Joaquín hacia Victor Manuel en el sentido de generar un homenaje nacional (el tema en cuestión de De Gregori se titula "Viva Italia") sin alborotar el avispero. Lo que ocurre es que un homenaje a cargo de Sabina implica el reconocimiento de todo lo positivo junto con lo negativo. Así, el texto es un retrato ambivalente y descarnado que encuentra su eje en el verso "Tópica España/Fibra óptica y ladillas". Las referencias a lo vernáculo en Sabina siempre han sido así ("cada vez que le echo un piropo luego me siento obligado a insultarla"), a la manera de Yo me bajo en Atocha y Pongamos que hablo de Madrid. Como para inscribirse en un legado cultural envidiable (Unamuno, Cervantes, Machado) Sabina orienta tímidamente el discurso hacia su propia obra ("Quien me ha robado… el siglo XXI"; "Más guapa que… ninguna"). La batería programada sostiene una estructura intencionadamente monótona, adornada por frases del piano y la guitarra. Una vez más Olga Román secunda a Joaquín en casi todo el tema.

Con lo que eso duele tiene dos particularidades. El lo lírico, la contaminación idiomática que arroja un español veteado de inglés ("Bay-bay, se acabó el recreo/El son de tu pay pay vacuna mi deseo") y en lo musical, el no redondeo melódico al final de cada estrofa, que refuerza el sentimiento de frustración del sujeto al abordar una cuestión que no es nueva en Sabina: la relación (de pareja y sexual) que acaba en la infidelidad. Hay algunos versos excelentes ("…no quiero/Que tus pezones me requisen las despedidas de soltero") mezclados con algunas recurrencias ("Cuando un taxi es una ambulancia") pero la sensación general es la de un tema que por ser tan inteligente acaba perdiendo parte de su encanto. El tema le debe la parte musical a Jaime Asúa, quien además toca casi todos los instrumentos. Por momentos recuerda a Todos menos tú con su verborragia cruel, aunque es mucho más melódico.

Dos horas después es una joyita perdida en el "punto ciego" del álbum. El texto huye de lo referencial, como es frecuente, pero la fuga de sentidos se orienta hacia una negatividad que por momentos parece reflejar la reciente depresión ("Han pasado los días como hojas/De libros sin leer") y por momentos sugiere el atentado de Atocha ("Por el renglón del corazón/Cada mañana descarrila un tren/Y al terminar vuelta a empezar/Dos horas después de amanecer"). Marca un progreso compositivo y poético y a nivel musical consigue un clima único con su gravedad armónica y su lánguida melodía. Batería con escobillas, guitarra, piano y violín interviniendo deliciosamente para un tema que necesita tiempo de maduración para avanzar lentamente al primer plano de la estimación, pero cuando lo hace, ya no vuelve atrás.

Me pido primer es la continuación de Resumiendo. Los mismo autores, casi la misma formación, y un texto que ahonda en el mismo pasado, mitad biográfico ("Mi primer pasaporte se llamaba Mariano", "Mi primera frontera se llamaba Joaquín" etc.), mitad construcción retrospectiva a la manera de Bob Dylan y el mismo talante de Nacidos para perder, de huída de la mediocridad: "Me pido primer para desertar/De la estrechez/De los que saben negociar/Tablas en el ajedrez". Es el rock and roll obligado del álbum en base a batería, bajo y guitarra distorsionada y los coros de Pancho y Antonio.

Luis García Romero cuenta con el honor de ser el primer letrista al que Sabina le musicaliza una letra, al revés de lo habitual en él, que es relegar la música. El tema trata sobre la reciente depresión. ”Yo voy los veranos a Rota, con los que yo llamo los poetas líricos: Felipe Benítez Reyes, Luis García Montero… Y mis amigos estaban preocupados conmigo porque no escribía. Y un día me vino Luis con esa letra, Nube negra… Yo le había hablado de la nube negra, y al día siguiente se presentó para animarme a que me pusiera a escribir. Y sacó un papel del bolsillo: Mira, lo he escrito como si fuera tú”.

Musicalmente tiene interesantes arreglos de slide que le dan su toque distintivo. Acaso como el tema tratado es realmente serio (Sabina estuvo meses entero incapacitado para componer) el tono interpretativo trata de alejarse de lo emotivo. Por supuesto, el texto no deja de ser sabiniano y por lo tanto el homenaje es recíproco. En efecto, Montero no dejó de insertar algunos giros que son marca de la poética de Joaquín, como la antítesis ("Cuando el amanecer es otra noche helada") o metáforas tales como "soledades de ginebra" o "la luna en quiebra". Un tema único, si se quiere, con su sujeto reconociendo la inercia y ahondándose en la dejadez, con tan solo el estribillo reservando la posibilidad de salida: "Sólo puedo pedirte que me esperes/Al otro lado de la nube negra".
La steel de José A. Romero enmarca principio, medio y fin con una coloratura particular y la voz de Olga Román subraya oportunamente las frases.

Según Sabina (y no tenemos por qué dudar de su palabra), Números Rojos es un homenaje a George Harrison, de ser así eso se percibe en lo musical con la melodía beatle -que sobrevive al ácido tratamiento vocal de Joaquín- y especialmente las guitarras (Antonio toca la de doce cuerdas y José Romero la slide). En lo temático, tan solo la mención a Sgt. Pepper y las carreras de autos, de las cuales George era fanático. No hay mucho más en el texto -harto hermético- que permita asociarlo, a no ser por el enfoque crítico o la mención al "ego". El sentido parece reposar más en algún dato extratextual (a igual que Resumiendo o Me pido primer, que sin embargo, manejan un nivel referencial más marcado) que en lo que la resonancia de las palabras pueda generar, principio básico del surrealismo. ¿Pero que importa? Es un tema agradable.
Como dato, digamos que Joaquín recurre a una vez más a la algebrización del discurso, marca de Enemigos Intimos: "Quién podrá resolver la cuadratura/De esta regla de tres con calentura?".

Seis tequilas aparece como bonus aunque hubiera resistido cualquier sitial dentro del álbum. Tiene el estilo de despedida típico de Sabina con su aire jazz, relajado y acústico similar al de A ti que te lo montas. El texto, una canción de pérdida y añoranza o de soledad pasajera ("Me falta un corazón/Me sobran cinco estrellas/De hoteles de ocasión"), se cifra en el mismo código poético que el resto de álbum, renovando una temática clásica (Ponnos un trago más, Y sin embargo). Y sí, acaso Joaquín ya no vuelva a hablarnos con el estilo llano con el que le conocimos años atrás. Acaso esté dejando de ser cantautor para metamorfosearse en poeta, lo cual no hay que medirlo contablemente, sino aceptarlo como cambio.

A lo sumo habrá que escuchar sus discos un par de veces más para descubrir sus bondades.

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