viernes, 29 de junio de 2012

JUEZ Y PARTE - Primera madurez.

 JUEZ Y PARTE (1985)
Whisky sin soda (Sabina-Camacho) – Cuando era más joven (Sabina)– Ciudadano cero (Sabina-Varona) –El joven aprendiz de pintor (Sabina)– Rebajas de enero (Sabina-Martínez) – Kung fu (Sabina) – Balada de Tolito (Sabina-Varona-Sánchez) – Incompatibilidad de caracteres (Sabina) – Princesa (Sabina-Muriel)– Quédate a dormir (Sabina).
Duración total:

Después de Ruleta Rusa, Sabina continuó jalonando su carrera con nuevos hitos. El 16 de mayo de 1985 tocó ante 100.000 personas en las Fiestas de San Isidro y compuso el tema Dos mejor que uno, para la película homónima protagonizada por José Sacristán. Pero tal vez lo más importante en relación con Juez y Parte tiene que ver con algunos cambios decisivos que Viceversa sufrió poco después de la edición de Ruleta Rusa: Pancho Varona reemplazó a Botafogo; Javier Martínez a Antonio Jiménez y Paco Beneyto a Miguel Angel Jiménez. Así, el sonido característico del nuevo disco está marcado por la reverberación, una sonoridad sólida y con pocos matices acompañando la voz y unos coros tratados con mucho eco. Hay mas arpegio que acorde y más prolijidad. Después de los avatares de los discos previos, Sabina no quiso correr riesgos y co-produjo el álbum junto al ingeniero de sonido Jesús Gómez mientras que los arreglos fueron del propio grupo.

Disco autorreferencial y narrativo (originalmente se iba a llamar Primera Persona del Singular y luego Descaradamente Personal), a diferencia del anterior donde lo doméstico era visto como lugar a abandonar (Juana la Loca, Pisa el acelerador, Negra noche) aquí muchas situaciones se desarrollan en ese espacio: Rebajas de enero, Incompatibilidad, Princesa). Digamos: el gato callejero se ha domesticado, pero no castrado. Si Sabina ha presumido de haber tenido no menos de tres juventudes en su vida, del mismo modo podríamos conjeturar que ha habido tres madureces y es en la primera (o segunda) de ellas en las que parece situado el sujeto que enuncia en Juez y Parte: “Hoy ya retirado, sólo robo y mato por necesidad”, “Hoy como caliente, pago mis impuestos, tengo pasaporte/Pero algunas veces pierdo el apetito y no puedo dormir”, “Tenemos estufa, dos gatos y tele en color/(…)Emociones fuertes buscadlas en otra canción”). El aquí y ahora de este disco es asombrosamente doméstico. Sabina todavía está más acá de la célebre frase de Lennon “De repente tienes 30 años y aun queda tanto por hacer”. Más tarde estará más allá.
Sin embargo, inmediatamente después de la edición del disco Sabina debió salir al cruce de comentarios que lo acusaban de apólogo de lo marginal. Es que el aburguesamiento es sólo un condimiento. Desde el título mismo, el sujeto se caracteriza por un movimiento de ida y vuelta. La oposición Juez/Parte entendida como legalidad/marginalidad –aunque pronto advertimos que todo es cuestión de habilitaciones, de carnets-. Oscilando entre los opuestos se mueve el sujeto, devenido en héroe gracias a esa posibilidad de atravesar estos espacios semánticos.

En Whisky sin soda, el tema de apertura, lo vemos instalado más decididamente en el lugar de la transgresión, de los excesos. Como para despejar cualquier duda acerca de su nuevo dogma artístico (Sabina aun tenía dudas a esta altura de si el público había dejado de emparentarlo o no con el cantante de denuncia de Inventario) la obra empieza con un fuerte manifiesto: “Siempre que la muerte corre tras mi pista me escapo por pies/Hay que espabilarse si eres trapecista y saltar sin red”. Tan solo ese “Hoy ya retirado” que se filtra casi inadvertidamente a mitad del tema, nos habla de esa oscilación, esa tensión mencionada anteriormente, que definirá la ideología general del disco. Hay unos arreglos sólidos, como resultado de una visión previa y calculada, levemente preciosista, lo cual lleva al tema (y al disco) a un sonido más pop que rock.
La llegada de Cuando era más joven extiende el tratamiento de la dicotomía anterior y la profundiza agregando nuevo elementos de correspondencia: madurez/juventud (legalidad/marginalidad): “Hoy como caliente, pago mis impuestos, tengo pasaporte/ Pero algunas veces pierdo el apetito y no puedo dormir/Y sueño que viajo en uno de esos trenes que iban hacia el norte/ Cuando era más joven la vida era dura, distinta y feliz”. La asunción del paso del tiempo, de manera retrospectiva se aprecia como un “fallido ideológico”que el futuro Sabina, artista de fronteras más amplias e inyectado de adrenalina sudamericana, se encargará de “oximoronizar” con la fórmula del viejo Bob Dylan: “Ah, pero entonces yo era muy viejo, soy mucho más joven ahora”. Las notas iniciales hablan de un rock and roll narcotizado, como el propio sujeto, inclusive el solo naufraga en frases tímidas con fondo de palmas. La propia guitarra trabaja más en plan armónico-estructural antes que irrumpir en primer plano con solos hirientes.

Acaso como fruto de un inconsciente sentimiento de culpa, llega, para compensar tanta mansedumbre, el magnífico Ciudadano cero. Sabina se acerca a la forma enunciativa del Bob Dylan de Who killed Davy Moore? donde el sujeto cede la voz a los diferentes implicados en un crimen para que aleguen cínicamente su inocencia. “Quién mató a Davy Moore?”/ `Yo no´, dice el mánager...”, etc, etc. El espacio parece ser de la prensa y los micrófonos. Aquí, lo que tenemos son los diferentes testigos del caso que van exponiendo su testimonio, sin ningún sujeto que los presente o enmarque. Aparecen y punto. El espacio ya no es el de la prensa sino el de la comisaría. Los arreglos cuidan más la estructura que el lucimiento de solistas. Un riff entre siniestro y enajenado introduce y cierra el tema, alejándose con perfil bajo hacia otro lugar, hacia otro crimen. El fondo es prolijo y elegante, la voz suena engolada y con mucho eco sobre el dominio acústico; el puente se hace tenso con obligatos insistentes, hasta la descarga final en el estribillo liberador, (modula a mayor) como el propio acto del personaje. La melodía amaga permanentemente con saltar al estribillo (como las vacilaciones del asesino deslumbrado por lo mediático). Y es aquí donde el verso se libera del metro romance (español por excelencia) así como el criminal se libera de sus conciudadanos. En este momento entra una tercera voz que es la del narrador, interpelando al personaje, gesto humanista que Sabina emplea para todos sus relatos sobre marginales: “Ciudadano Cero ¿Qué razón oscura te hizo salir del agujero?/Siempre sin paraguas siempre a merced del aguacero”. Dijo Sabina: “Es una canción no muy apreciada y nunca tocada en público. Y, sin embargo, muy querida por mí. Siempre quise hacer novela negra dentro de las canciones. Esa creo, perdone usted la falsa modestia, que salió bien”.

En lo que es un momento de gloria para el disco llega El joven aprendiz de pintor. Magnífico y sarcástico comentario sobre el ascenso a la fama con su “pack” de ingratitudes, reconocimientos y manifiestos: “El joven aprendiz de pintor que ayer mismo/Juraba que mis cuadros eran su catecismo/Hoy al ver que el público empieza a hacerme caso/Ya no dice que pinto tan bien como Picasso”. Reflexión sobre lo “under”, lo marginal y lo emergente. Crítica al imaginario social que relaciona el arte con el sufrimiento y a la inconsciente perversidad de un público formado por masas de trajes grises (en tal sentido podría ser una reescritura de Gulliver).
Si bien al principio el tema generaliza, planteando las vicisitudes de cualquier artista, luego acaba anclando en la propia situación de Sabina dentro de un sistema (el de la música popular) en el cual se está desplazando de la periferia al centro. La música se recrea con sutiles arreglos para compensar una monotonía melódica necesaria para sostener el tono de sombría condena que emplea Sabina. El saxo, sin embargo, asoma en el horizonte. El joven aprendiz de pintor indica que Sabina se está moviendo de los márgenes del sistema hacia el mismísimo centro.
Primera mención a la propia obra.

Como anticlímax regresa Cuando era más joven en la forma de Rebajas de enero, otro manifiesto autobiográfico que suma pixels a la imagen del artista-marginal-domesticado que el álbum ha venido construyendo. Una vez más el lugar de enunciación es de una burguesa seguridad desde donde se mira con añoranza –y no tanto- el pasado mítico de libertad y excesos. Es un tema único, la excepción que confirma la regla, dentro del ideario sabiniano de relaciones de pareja. Lo más cercano a una celebración de la vida doméstica que encontraremos en toda su obra: “Tenemos estufa, dos gatos y TV color”. Musicalmente tiene arreglos de sintetizador muy comerciales (recuerdan a los de Inventario), apenas rescatados por el solo poco convencional de guitarra).

El actual formato CD, con su continuum de temas de principio a fin, borra unos marcos que durante mucho tiempo, en la época del disco vinilo de dos caras, establecieron lugares de privilegio en la distribución de las canciones. En los originales lados A y B de Juez y Parte, todos los temas que abordan la domesticidad están concentrados en el primer lado, liberando a la cara restante de buenos modales, o mejor aún, habilitando una “zona liberada” para los excesos. Así, es significativo que esta se iniciara con un tema como Kung Fu, con sus hordas de chicos malos que amenazan el clima de felicidad doméstica. Sabina abandona el lugar del burgues para situarse frente a él y sarcásticamente echarle en cara los riesgos de su mundo de cartón pintado. Vida burguesa/Marginalidad no se corresponde necesariamente con el bien y el mal de la visión pro-establishment. Las guitarras en tresillo imponen un cima tenso y hay un interesante solo de dos guitarras en armonía. Los aplausos finales dan la sensación de un tema en vivo, aunque la pulcritud general hace pensar que son efectos.
Nota: todos los temas de marginales están unidos lexicalmente: la idea de “salir del agujero” reaparece en Ciudadano Cero, la “bronca” en ¡Que demasiao! y la farmacia, como sitio a asaltar, en Princesa.

Por tratarse de un tema en 3° persona podría pensarse que Balada de Tolito es un capítulo aparte dentro del contexto del disco, pero en realidad está íntimamente ligado a su leit motiv como un homenaje a un destino que el Sabina exitoso y domesticado añora “Si quieres verlo ven, busca en el andén/Tolito siempre está bajando de algún tren”. No por nada esta basado en un personaje real y es uno de los favoritos de Joaquín. Paradigma de una vida preciada, la del artista ambulante, ya anteriormente celebrada por Serrat en El Titiritero (en un contexto más rural y arcaico), incluye uno de los versos memorables del disco por su poder de síntesis: “Morirse debe ser dejar de caminar” vale por toda la letra. Es un tema en menor, de armonía densa, en especial el final cargado de sintetizador. En el estribillo hay arreglos interesantes de bajo, la batería marca el tiempo con una vehemencia que libera a la voz (tratada con mucho eco) para narrar con serenidad.

Acaso generando el primer capricho en el devenir narrativo de la obra pero anticipando junto con Quédate a dormir el rumbo del siguiente disco, irrumpe Incompatibilidad de caracteres. El tema recurre a la misma fórmula de Tratado de impaciencia Nº 10, el humor –herencia del maestro Brassens, omnipresente en el período dorado de “La Mandrágora”- como condimento para una historia de desventura amorosa: “Siempre que la voy a besar me lo impide un repentino ataque de tos/Trato de dejar de fumar y por mi santo me regala un cartón”. El ritmo oscila entre el rock and roll y el charleston, con un bajo que recorre la escala deliciosamente y un percusión que sugiere pasos de baile.

Luego de la pausa, llega el que tal vez sea el mejor tema del disco y uno de los mejores exponentes de esta etapa: Princesa, que lleva directamente al título de la obra: Juez y Parte. “Con qué ley condenarte/Si somos juez y parte/Todos de tus andanzas” se pregunta el sujeto-héroe, quien, a base de atravesar y adaptarse a los diferentes opuestos del tablero social, ha trascendido su hipocresía declarando la consecuente imposibilidad de juicio. Aunque no es gran cosa musicalmente (incluso la guitarra falla en dar un solo, limitándose a repetir la introducción) el enfoque vocal, entre dolido y agresivo da la medida justa para lo que quiere transmitir. El sintetizador juega a remarcar el tono dramático.

Un nuevo anticlímax anuncia la despedida definitiva del álbum. Quédate a dormir es la primera de una larga lista de canciones cuyo mensaje directo es “hagamos el amor” y que presenta las relaciones hombre-mujer como encuentro fortuito antes que convivencia. Es bastante pedestre, si se la compara con la futura y excelente “Y si amanece por fin”. En nada preanuncia el Sabina-poeta de los álbumes posteriores. Si, en cambio da el pegue festivo para el cierre del álbum, elemento característico. Preanuncia la temática del siguiente Hotel Dulce Hotel. Para el disco actual es un final a fin de fiesta con su ritmo reggae marcado por un bajo bien arriba, la sesión de bronces y su estribillo repetido infinitamente.

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